jueves, 25 de marzo de 2010

Templo de Abu Simbel


Estatuas colosales de Ramses II .Anónimo.1300-1225 a.C. XIX Dinastía. Estatuas sedentes de más de 20 m. Piedra arenisca. 38 m de ancho en la base y 63 m de profundidad. Entre el Alto Egipto y Nubia (sur del Egipto actual)

Localización. El Gran Templo de Abu-Simbel fue construido por deseo de Ramsés II (1290-1224 a.C.) excavado en los acantilados del Alto Nilo, en las cercanías de los que hoy es Sudán, aunque actualmente no está en el emplazamiento original, pues la construcción de la presa de Asúan obligó a trasladarlo unos metros más arriba, aunque conserva todos las cualidades y atributos del templo primitivo. El conjunto fue desmontado en más de mil piezas durante casí diez años de trabajos (1963-1972) para ponerlo en lugar seguro. Fue dedicado a los principales dioses egipcios (Amón, Ra, Ptah) y aun al mismo Ramsés que fue divinizado.
Análisis formal (estructura). En el exterior muestra una gran fachada de 38 m. de ancho por 33 de alto, esculpida en la roca granítica que forma el acantilado, adoptando la forma de una pilono (de forma trapezoidal, más ancho en la base que la parte superior), aunque hueco. Contiene cuatro colosales estatuas sedentes del faraón (aún estando sentadas tienen una altura superior a los 20 m. y no están exentas sino que son altorrelieves) rodeadas por otras esculturas de menor tamaño que representan a sus familiares (su mujer Nefertari, su madre y sus hijos) y numerosos relieves exaltando las victorias de Ramsés sobre sus enemigos, así como inscripciones alusivas a sus campañas contra los negros de África y los pueblos de Siria. Entre los dos colosos centrales hay una puerta y, encima de ella un nicho con la figura del titular del templo, Re-Horakhte (el dios Sol resultado de la fusión de Horus y Re), acompañado de una Maat (diosa de la justicia) de escala menor, y del cetro User, de modo que las tres figuras componían un jeroglífico: Usermare("poderosa es la justicia del sol"), el primer nombre de Ramsés, situado por tanto entre los dioses. Delante de los pedestales de los colosos se alzan estatuas de halcones y del propio rey, éste en actitud de marcha. En la parte más alta de la fachada, como tienen por costumbre hacer en la naturaleza, una fila de monos babuinos, cada uno de ellos de más de 2 metros, saluda alborozada al sol naciente.
Las características de las figuras, principalmente las de Ramsés, remiten a los principios que guían la escultura egipcia en lo que se refiere a la representación de los faraones: frontalidad, hieratismo, simetría, etc... para dar la imagen de un rey poderoso, fuerte pero sereno, joven, atemporal, divino
Su estructura es un caso único en la arquitectura egipcia: un speos, un templo rupestre, dotado de los mismos elementos que un templo normal no rupestre, salvo la inversión forzosa de sus dos primeros elementos, el pílono y el patio. El patio, escenario de los sacrificios cruentos y de las hogueras sagradas, precedía aquí al pílono, que en vez de ser un edificio exento, estaba tallado en la roca entre dos contrafuertes oblicuos. El objeto de éstos era producir el efecto de perspectiva que hiciese parecer más distante y profunda la fachada del pílono.
La puerta conduce al interior del templo, cuya disposición general sigue el modelo de las grandes construcciones religiosas de Tebas: en primer lugar se accede a una cámara, a modo de primera sala hipóstila, con pilares monolíticos en forma de figuras osíricas; desde ella se penetra en la que ha sido considerada como la sala hipóstila; al fondo una tercera cámara o santuario con estatuas de Ramsés y de los dioses Ptah, Amón y Ra. En los laterales se disponen otras salas y estancias menores a modo de capillas. La parte interior del templo produce una primera impresión desfavorable si la comparamos con el magnífico exterior. Los escultores y constructores habían previsto naturalmente que, al realizar en roca viva una obra como ésta, habían de tropezar con fisuras y otros defectos de la piedra, aparte de los accidentes que en la misma se pudieran producir. Los escultores y canteros sabían hacer frente a estas contingencias, manejando el yeso con una habilidad tal, que cuando sus restauraciones se conservan bien, son difíciles de advertir. De hecho son magníficos los relieves alusivos a la batalla de Qadesh contra los hititas
La orientación de la fachada hacia el este fue tan precisa que, en los dos días equinocciales del año (20 de octubre y de febrero) los primeros rayos del amanecer penetraban 60 metros en el interior del macizo rocoso para bañar las imágenes del santuario. El significado de esta iluminación se debe a que el 20 de octubre era el primer día de la estación de peret (germinación de las semillas) y el 20 de febrero se iniciaba la estación de shemu (recolección de la cosecha).
A continuación de este edificio, terminado hacia 1260, construyó Ramsés el de Hathor, en homenaje a su esposa Nefertari y siguiendo el mismo esquema. El pílono de la fachada está dividido por contrafuertes en rampa que flanquean un portal en saledizo. A cada lado se encuentran un coloso de Nefertari entre dos de Ramsés, seis figuras en total, todas en pie, encajadas en nichos, pero sin alcanzar la altura de las del otro templo (aquí sólo 10 metros). La sala hipóstila, cuadrada, está reforzada por seis pilares hathóricos, en los que la diosa adopta la forma del mango de un sistro. Sistros también, pero completos, fingen sostener el techo del santuario, donde la estatua de culto es la vaca Hathor protegiendo al monarca, como hacía en los templos funerarios de la XVIII Dinastía. El templo quedó sin acabar, según se echa de ver en las cámaras que flanquean a ésta.
Significado. Ramsés mandó construir este templo con una doble idea: por un lado, para ensalzar su propia figura, ya que las cuatro figuras magníficamente talladas e idénticamente iguales, son un fiel retrato del propio faraón con toda la potencia de la juventud en relación con los dioses. Por otro, la región en la que se enclava el templo, en la frontera con Nubia, país tributario de Egipto, que será una zona codiciada por sus yacimientos de oro, hasta tal punto que Ramses construirá una serie de fuertes para su control al igual que diversos templos excavados en las gargantas como símbolos de su poder y dominio sobre los levantiscos nubios. El faraón se pues hace representar en actitud majestuosa y hierática, como si vigilara el paso de todo aquél que quisiera entrar en Egipto. El arte, de nuevo, al servicio del poder.

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